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¿Qué es el embalsamamiento?

¿Qué pasará con la escuela, el trabajo y los planes postergados?.

Si de planificar se trata, la frase «el año que viene» suele clausurar detalles; lo habitual es que funcione como un «después lo vemos». Pero en un año como 2020, en el que el coronavirus puso tantas cosas en suspenso y trajo tanta angustia, proyectar 2021 es a la vez una necesidad práctica y una estrategia para soportar mejor el presente.
¿Cómo será el año que viene? ¿Seguiremos con restricciones para movernos? ¿Irán los chicos a la escuela? ¿Cómo? ¿Y qué pasará en el trabajo?
¿Podremos realizar los proyectos personales pospuestos? ¿Cuál sería el mejor modo de plantarnos ante el año que viene?

Es claro que la incertidumbre sobre la demora en la llegada de un remedio o de una vacuna efectivos contra el covid-19 condiciona las respuestas a esas preguntas. Pero en las áreas de educación y laborales se desprende la expectativa de un 2021 con una circulación moderada del coronavirus y con la vacuna ya aplicándose, pero en sus primeros pasos.
Con chicos probablemente yendo a la escuela en un régimen híbrido entre lo presencial y lo remoto y con padres en un escenario similar en relación a sus trabajos. Si en 2020 el desafío fue estar todos juntos trabajando y estudiando en casa, parece que el año que viene habrá que armar el rompecabezas para atender regímenes de transición tanto para chicos como para adultos.

Todos los estudiantes avanzarán de nivel: pasarán de grado o de año, pero con algunas particularidades. Por supuesto, este proceso que transitamos representa un profundo impacto en los aprendizajes

Si los chicos van a ir a clases algunos días sí y otros no, el sistema educativo necesitará establecer contenidos prioritarios.

En las aulas, uno de los mayores desafíos para los docentes será atender situaciones muy desiguales: chicos que en 2020 aprendieron mucho menos que otros. Y no se trata solo de la diferencia entre los que se mantuvieron conectados con la escuela y los que no. Las clases a distancia no habrán resultado igual de efectivas, por ejemplo, para un chico que es hijo único que para otro que, aún contando con todos los medios materiales, debe compartir la atención de sus padres con varios hermanos.

Vamos a necesitar una organización escolar muy inteligente, que pueda adaptarse a las distintas demandas. Lamentablemente, el sistema educativo mexicano no está acostumbrado a esa flexibilidad. Algo interesante que pasó en 2020 fue que la respuesta de los docentes fue muy flexible, muy plástica en general. Pero la vuelta al sistema educativo presencial nos va a devolver una imagen mucho más rígida y más jerárquica

Otro desafío que traerá 2021, es que las escuelas públicas mexicanas puedan contar con el equipamiento y los insumos para garantizar las condiciones necesarias ante el covid-19. Cualquiera que conozca un poco el sistema educativo mexicano sabe que garantizar eso todos los días del año a todas horas se hace muy difícil.