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CÓMO SUFRE TU ESTADO DE ÁNIMO CON LA PANTALLA

Cómo sufre tu estado de ánimo con la pantalla

El mundo de las redes sociales y su impacto en el ámbito emocional y de conducta lleva interesándome muchos años. He leído, investigado y observado cómo la introducción del mundo digital ha ido influyendo en la forma que tenemos de gestionar nuestro mundo digital ha ido influyendo en la forma que tenemos de gestionar nuestro mundo emocional y de relacionarnos con los demás.

El ser humano no está diseñado para vivir en modo alerta; está diseñado para poder activar el modo alerta y supervivencia cuando es necesario a la vez que desconecta para llegar al sistema de descanso y reparación.

Este modo alerta se activa sobre todo ante el miedo, el caos o la incertidumbre. Pero existen otros mecanismos o comportamientos que tienen la “capacidad” de modificar nuestro sistema nervioso. El perfeccionismo, la necesidad constante de controlar lo que nos rodea, las heridas de la infancia sin resolver son algunos ejemplos, ya que nos impiden relajarnos y nos mantienen siempre en tensión. El perfeccionista, por ejemplo, es el eterno insatisfecho. Nunca encuentra que las cosas que le rodean estén a la altura de sus expectativas y esto deriva en un estado de frustración constante.

¿Y qué sucede con las redes sociales? En pleno siglo XXI, hiperestimulados por las pantallas, el cerebro se ve expuesto y obligado a procesar cantidades ingentes de datos que llegan a nuestros sentidos, fundamentalmente la vista, que llegan en oleadas o de forma simultánea. Desde la neurociencia hemos investigado el impacto que todo ello tiene en nuestro cerebro y organismo descubriendo aspectos impresionantes y dignos de ser difundidos a la sociedad actual. ¡No olvidemos que lo que nos llega a los dispositivos para avisarnos de una notificación se denomina alerta!

Esta hiperestimulación tiene graves consecuencias, los niños y jóvenes de hoy en día acostumbrados a este bombardeo, precisan estímulos cada vez más fuertes e intensos para motivarse. Esto merma su curiosidad, asombro y ganas de querer aprender algo que vaya más allá del mundo digital.

Querido lector, quiero profundizar en un tema que probablemente te haya sucedido. Entras en Instagram, en tik tok, en Facebook, en Tinder o en cualquier otra red social y hay un mensaje que llega a tu mente: puedes mejorar. Puedes estar más en forma, puedes ser más feliz, puedes cuidar más tu salud, puedes elegir a una pareja mejor, tus vacaciones podrían tener más nivel… La palabra clave es mejorar. Siempre hay margen de mejora. Existe un denominador común en todo este proceso: aquello en lo que fallas no tiene fin, ya que siempre puedes superarte en alguno de estos aspectos mencionados. Por otro lado, parte de la solución a ese déficit deriva en la búsqueda de nuevas sensaciones y novedades –la famosa gratificación instantánea que tanto nos engancha y nos incita a experimentar experiencias nuevas– y finalmente, si no consigues ese propósito, es tu culpa. Te falta voluntad, te falta creatividad, te falta inteligencia o simple y llanamente, eres perezoso. Es un círculo vicioso y si lo piensas bien, estamos todos imbuidos en él. Las redes nos recuerdan que siempre nos falta algo, que no somos lo suficientemente guapos, listos, sanos, equilibrados, buenos padres, y surge –si no lo sabes controlar– un cierto grado de desazón. Si lo piensas con detalle y analizas tu vida, probablemente hayas atravesado ese bache emocional en algún momento y esto haya podido afectar a tu autoestima o tu manera de enfrentarte a las cosas.